martes, 18 de mayo de 2021

La piedra

 Iba una mujer andando por la senda de una montaña. Tan perdida estaba en sus ensoñaciones que no se fijó en la piedra que la hizo caer.
Enfadada le gritó a la piedra
- ¡Es tu culpa!
Sintiendo tristeza por tanta agresividad, la piedra miró a la mujer.
- Te salvé la vida -le susurró con humildad.
- ¿Te crees que me chupo el dedo, piedra estúpida? 
La mujer se levantó y siguió su camino, aunque esta vez mirando el suelo para no tropezarse con otra piedra malvada.
Y fue entonces cuando lo vio, un profundo pozo se abría en mitad de la senda.
Se cubrió la boca con sus manos al darse cuando de que, después de todo, la piedra sí le salvó la vida.

Con amor
Fina Navarro





domingo, 22 de marzo de 2020

Viajeros de Luz. Viviendo la Materia. Capítulo 1 (Parte II)


¿Mi creador?

Hizo un gesto con su cabeza a modo de saludo, mientras me guiñaba un ojo. Y, en un pis pas, me vi siguiéndole por un frondoso bosque, con caminos bien cuidados. Miré a mi alrededor impresionada por la belleza que me rodeaba. Yo había estado allí muchas veces, pero nunca con esa percepción tan intensa de todo. Árboles milenarios de todas las formas, tamaños y colores. ¿Cómo era posible? Incluso algunos que nunca había visto. No es que yo los haya visto todos, ni mucho menos,  pero como me encanta pintarlos, los observo y sé sus formas, aunque no sus nombres.
—¿Ves todo esto? —dijo, mientras señalaba el entorno con su mano derecha— Es producto de mucho tiempo y de la energía que hemos proyectado en su formación, millones de nosotros. Porque todo se consigue con la unión de todos. Sin embargo no nos pertenecen, nosotros solo prestamos una parte de nuestra energía en su comienzo, el resto del trabajo lo han hecho ellos mismos.
Le miré con un atisbo de entendimiento en mi mente y pensé, “entonces, ¿este hombre es mi creador?”.
—No Fina — ¡vaya!, ya volví a pensar de nuevo en voz alta— No soy tu creador, tal y como podéis entenderlo en la Tierra. Solo soy aquel que prestó un poco de su energía para dar lugar al nacimiento de otra nueva consciencia, que terminará siendo un nuevo ser. Realmente, tú eres el resultado de tu propia creación, como todos lo somos. Cada uno de nosotros tiene sus peculiaridades, su propia personalidad y eso es lo bonito de este universo.
A estas alturas no me extrañé que hubiera adivinado mi pensamiento.
—Tienes una naturaleza rebelde —continuó—. Eso te hace buscar una forma de aprender que no acarree tanto sufrimiento, y ahí estás, en tu búsqueda. Pero ten en cuenta siempre, que cada uno de nosotros elegimos una forma de “entender” a nuestra manera, para evolucionar en conciencia, que es la que nos hace avanzar. Respétalo. Respétate.

viernes, 21 de febrero de 2020

Viajeros de Luz. Viviendo la Materia - Capítulo 1 (1ªparte)


  1. Creando bolitas de luz. El nacimiento del alma.

Sígueme —me dijo.

Aquella noche me acosté con la cabeza hecha un bombo de tanto pensar. Seguía sin entender por qué todo tenía que ser tan complicado en el universo; el sufrimiento, el dolor, la forma de enfrentarnos a la muerte, las envidias, el sentir… «¿Por qué tenemos que encarnar?», me preguntaba por enésima vez.
—¡Para ya! —me reprendí— ¡Déjalo estar por esta noche!
Sin embargo, el sueño se mostraba esquivo. Perdida en la luz que se filtraba por el ventanal y los ojos como platos, sentí que alguien entraba en mi dormitorio. Menos mal que ya estaba acostumbrada, pero os aseguro que las primeras veces me asustaba de lo lindo. Miré a mi derecha y le vi. Era este hombre, vestido con traje de chaqueta blanco, moreno de piel, con barba blanca y edad indefinida. Le lancé mi mirada de pocos amigos, esa que dice “si sabes lo que te conviene, déjame” y sin embargo solo le dije,
—Hoy estoy cansada para nuestras charlas.
—Lo sé —me contestó mientras sonreía—, por eso estoy aquí.
La mayoría de nuestras conversaciones siempre estaban sembradas de discusiones, motivadas por su insistencia en el avance de mi conocimiento y mi reticencia a ello. Pues normalmente venían acompañadas de lecciones que me costaba comprender y que suponían para mí algún tipo de sufrimiento. Con el tiempo terminé por entender que nuestros dolores físicos, mentales y emocionales son más difíciles de superar cuanto mayor es nuestra resistencia al entendimiento, y al cambio que eso conlleva.
      Yo sabía que, a pesar de mi mal humor, terminaría prestándole atención, lo que no supe entonces es hasta dónde llegaría esta aventura.
 —Querida Fina —me dijo para mi asombro pues nunca me llamaba así, y eso me mosqueó aún más— Ven conmigo y te mostraré el motivo por el que tenemos que vivir la materia. Sígueme y siente.
      Pero, ¿sabéis qué fue lo peor de todo el asunto? que le seguí. (Si es que nunca aprendo). Y esto fue lo que pasó.

Empecemos por el principio

¡Ah!, esperad un momento,  si no os he dicho como se llama este maestro, también llamado por mí en mis momentos oscuros, el señor “toca… mmm… narices”, no penséis mal.
La verdad es que tampoco os puedo decir exactamente su nombre porque, por algún motivo, nunca recuerdo como se escribe. Así que le llamaré, con su permiso y el vuestro, Shalom. Que, como bien sabéis, significa paz o bienestar en hebreo. Es una broma ante nuestras continuas disputas.
—Hablemos de tu creación —me decía.
—¿La mía? —le contesté en plan escéptico.
—Sí, de cuando fuiste creada y empezaste a tomar conciencia de tu individualidad. Vamos a ir poco a poco. A ver si logras entender esta vez —parecía que de un momento a otro iba a soltar una carcajada.
No le hice un gesto obsceno porque soy una persona educada, pero ganas me dieron. En cambio me limité a gruñir.
—Grrrrr… adelante, vamos allá.

Me llevó por los canales de la conciencia colectiva hacia un pasado muy muy lejano en el tiempo lineal, para verme  siendo algo parecido a un helecho, en un planeta hace miles de millones de eones. Me sentí “fresca”, esa es la palabra. Sentí una gran conexión con la tierra, con su humedad. Podía respirar perfectamente.
—¡Qué bien estoy! Me siento vital. Es como si estuviera creciendo mi energía, a la vez que crece la planta. ¡Me siento tan viva! —le dije a Shalom
Él sonreía y asentía con la cabeza.
—Pero ahora mira lo que pasa.
De pronto todo cambió y mis maravillosas sensaciones empezaron a apagarse. Ya no podía respirar bien y sentía que mi esencia empezaba a desprenderse de esa planta herbácea.
—Siento miedo. ¿Qué está pasando? Estoy empezando a desaparecer. ¿Por qué me siento tan mal?
—Porque acabas de ser consciente de tu individualidad.
—Venga hombre, ¿qué significa eso? Quiero que esto acabe.
—Entonces déjate ir. No te aferres a la materia y todo será más fácil.
—Pero, estoy desapareciendo —decía yo presa del pánico.
—Esa es solo tu sensación. Mira más allá de lo que crees que eres.
—Veo a alguien. Es una presencia de luz enorme.
—¿Y quién crees que es?
Me quedé unos minutos observando mientras poco a poco el dolor se iba amortiguando.
—Parece que es algo parecido a mí. Como si fuésemos la misma luz.
—Exacto. Date cuenta de que vibras en la misma frecuencia que ese ser. Siente como, al ir dejando el helecho, tu “fuerza vital” vuelve a ese ser que vibra en tu misma frecuencia, pero con una sutil diferencia. Ahora acabas de nacer, como una personalidad individual pero conectada a toda la inmensidad del universo por la red de energía que lo creó, lo mantiene y lo hace crecer.
—No entiendo muy bien —le decía mientras seguía retorciéndome en mi lucha por no dejar la materia.
—Déjate ir y lo entenderás.
Y así lo hice, por fin.
—Uuffff, ¡qué bien se está ahora! –exclamé.
Miré a Shalom con expresión atónita, mientras él me sonreía.
—Sigo sin entender. ¿Qué ha pasado?
Me hizo un gesto con la cabeza para señalarme a ese ser que vibraba en mi misma frecuencia. Algo me decía que él había provocado que tuviera que dejar el arbusto.
—Él te va a explicar. Te dejo en las mejores manos. Nos vemos en un ratito.
Y se fue. “Cachis” pensé “¿y se va sin más?”
     
De pronto este ser enorme, se transformó en una persona vestida con una túnica blanca. Su piel era tersa, su pelo canoso recogido en una coleta, parecía joven. Sin embargo, al mirar sus ojos vi una antigüedad que abrumaba.